Con la cantidad de biopics que hemos visto este año en la pequeña y gran pantalla (‘Luis Miguel’, ‘Bohemian Rhapsody’), estábamos a la espera de que llegase el estreno de la película ‘YULI’ (Morena Films/eOne) basada en la vida del bailarín cubano Carlos Acosta y que se presentó oficialmente en la pasada edición del Festival de Cine de San Sebastián. El último proyecto de la directora española Icíar Bollaín, ganadora de dos premios Goya por ‘Te Doy Mis Ojos’ (2003), se adentra esta vez en la fascinante y sobrecogedora historia de Acosta, desde su infancia en su Cuba natal hasta su consagración como primera gran espada de la danza internacional. Carlos Acosta, quien lleva una maratoniana jornada de entrevistas, ha tenido que revivirlo todo nuevamente, y no es la primera vez que lo hace; antes del film ya había escrito una autobiografía en la que se basa la cinta titulada ‘Sin Mirar Atrás’. Aquella vez lo hizo con la intención de curarse de ese pasado. “Esta vez ha sido aún más triste porque mis padres ya no están, ya murieron y entonces dentro de la película yo bailaba a mi padre. Filmar eso ha sido una especie de catarsis y volver a revivir, recordar y ha sido muy traumático”, cuenta el propio Acosta sentado en la última fila del patio de butacas del Teatro Reina Victoria de Madrid.
El guión es obra del británico Paul Laverty, con quien Bollaín también contó para su anterior proyecto ‘El Olivo’. Desde el principio Acosta lo vio muy original. “Con unas perspectivas de que claramente era un reto muy grande porque tenía también la danza y eso puede ser un arma de doble filo porque no se ha hecho. Y como todo lo que no se ha hecho no tienes un precedente, un hilo conductor o algo en lo que fijarte cómo lo hacen. Estábamos haciendo algo sumamente original, pero gracias a Dios que todo funcionó. Ha sido una película con valores artísticos muy importantes y también un canto al amor, amor hacia su país, hacia ese niño, hacia el arte en general. Creo que tiene mucha integridad y la gente la va a recibir muy bien (espero)”. Carlos Acosta es ese bailarín que nunca renunció a sus raíces y que siempre quiso volver a Cuba, algo que se ve muy bien reflejado a lo largo de la película tanto en la etapa de niño, papel interpretado por Edison Manuel Olbera Nuñez, como en la adulta con el también bailarín Keyvin Martinez como protagonista.
De la selección del casting de actores se encargó la propia directora según cuenta Acosta. “Incluso yo en algunos había tenido mis dudas en base a las audiciones que hicieron y que me las mostraron. Pero ella, como tiene la capacidad de ver más allá de lo que uno ve, dijo ‘no, pero estas cosas se corrigen, esto se trabaja…’ Donde puso el ojo puso la bala. Y eso fue una de las cosas fundamentales, el poder de elección; que es lo que se ve, de cómo se va a hacer, quién lo va a hacer. Ahí se ve el gran ojo de una directora tan talentosísima como lo es Iciar Bollaín”. La película se concentra mayormente en la relación entre el niño (Yuli) y el padre (Pedro). Santiago Alfonso es quien hace de padre en la ficción. Carlos y Santiago ya se conocían. “Fue mi profesor de folclor cuando hice el nivel medio. Yo tenía como 15-16 años y el me dio clases. Quien iba a decir que después de tantos años él iba a ser mi padre. Es un hombre con mucho carisma, lo hizo muy bien. Realmente eso es lo bello de la película, que es una historia muy atípica porque jamás ves a un padre queriendo que su niño baile ballet por todo lo que ello conlleva”.
La figura de la mujer también ocupa un rol importante en la película y en la vida de Carlos Acosta. Sus dos hermanas, la profesora de la Escuela Nacional de Cuba que quiere ayudarle desde el primer momento y esa madre siempre conciliadora que pone orden en la turbulenta relación que mantienen padre e hijo. Una especie de balance suave en el seno de la familia de Acosta, quien en la actualidad es padre de tres hijas. “Ella era el descanso para nosotros. Ha sido también muy importante. En la película está ahí y se habla, pero no tanto con esa envergadura porque igual se concentra más en esta relación de padre e hijo y toca un poco el éxodo de mi familia blanca al irse a Miami. Es muy difícil contar una vida entera en una hora y media o dos horas, entonces tienes que elegir qué es lo que va y al mismo tiempo tienes la danza, que es movimiento no es palabra entonces, ¿cómo balanceas o reconcilias estas dos formas de narrativa? Y al final Iciar lo hizo particularmente bien”.
Al comienzo de la película se ve a ese niño mulato, rebelde, en las calles de La Habana que quería emular con sus pasos de break dance al mismísimo Michael Jackson y que no tenía medio en retar a otros niños incluso mayores que él. Quien le iba a decir que de bailar en la calle pasaría a hacerlo en los mejores teatros de Londres (Royal Albert Hall) y Turín, entre otras ciudades del mundo. Pero los inicios no fueron fáciles, como se refleja en la primera parte de la película, donde su padre le obliga a formarse como bailarín dado el talento y aptitudes que atesora para la danza y que no debe desperdiciar. “El ballet clásico, a la edad de 9-10 años cuando empiezas eso es la cosa más horrorosa, más tediosa y más aburrida que hay. Y entonces a mí me pasó eso; no soportaba en la barra cuando estaba ‘un, dos, tres, cuatro…’ y en la película yo mirando el gato con esa libertad que tiene el gato y yo preso ahí en la barra; quien fuera el gato y yo pudiera irme ahora a la calle y correr, y ese tipo de cosas. Realmente para cualquier niño de esa edad el ballet puede ser un ejercicio muy aburrido. Pero ya después desarrollé la vocación, cuando vi a los profesionales y todo; es lo mejor que me ha pasado en mi vida”.
Para Keyvin, quien debuta como actor y se mete en la piel de Carlos en la etapa de madurez del bailarín, nunca se vio interpretando el papel protagonista. “Siempre lo he visto como un icono, pero he querido hacer mi propia historia y parece que eso lo tenemos en común, esas ganas de ser nosotros mismos. Parece que Iciar vio eso en mí, esa individualidad que yo tenía y que tenemos los artistas. Ella fue la que me propuso hacer el casting y yo encantado, porque de no tener expectativa ninguna a hacer la película y que de repente te propongan uno de los personajes protagonistas, junto con el niño y Carlos Acosta, fue una tremenda sorpresa. Y ya que me propuso para el casting lo traté de hacer lo mejor posible y aproveché la oportunidad.” Había que buscar a alguien que dominara la danza además de la interpretación. “Eso fue ojo de Iciar porque ella vio aptitudes de la actuación en mí y además que bailaba; podía defender la danza y la actuación. Así que yo le agradezco por haber visto ese potencial en mí. Y a Carlos Acosta igual porque dio el sí para poder hacerlo. A la compañía Acosta Danza tengo que agradecerle mucho porque me preparó bastante más de lo que ya estaba preparado. La experiencia en la compañía me ayudó a hacer la película porque también tenía a Carlos más cerca, podía observar, ver cómo era y darme cuenta que lo podía hacer”.
El film ‘YULI’ también marca la evolución de Cuba en el aspecto cultural. Así lo explica el propio Keyvin. “En la película ves todo el trabajo que pasó un negro cubano y también ves en la realidad a otro negro cubano que ya se formó, con todo lo que el anterior luchó para que se hiciera a ese joven negro cubano que está en medio de su carrera por interpretar la vida de ese gran bailarín que se formó en Cuba. Desde chiquitos nos están inculcando el arte, no sólo el ballet sino la cultura, la música, las artes audiovisuales. Desde el triunfo de la revolución ha habido un crecimiento cultural en Cuba. Nosotros tenemos que ser un país culto porque somos un país muy chiquito. Valía la pena arriesgarse a cultivar el país”. La cinta aborda también un tema tan importante como el racial. “La figura de Carlos Acosta marcó un antes y un después porque se empezó a confiar en los bailarines afroamericanos para papeles más importantes. No importa el color de piel que tengas siempre que seas un buen artista y profesional y pongas todo tu corazón en lo tuyo, en el arte, danza, des todo lo que puedas dar y seas constante en tu trabajo. Yo creo que todos merecemos la oportunidad, siendo negros, chinos…lo que seas. Si tienes las ganas y tienes el talento bienvenido sea”.
Con esta impactante y emotiva película sobre su vida se da una visión no sólo de la vida de un bailarín que se superó así mismo y llegó a convertirse en una estrella del ballet, sino también de su patria, recordando lo que ha sufrido Cuba en el pasado con el exilio de millones de cubanos y a su vez mostrando todo el esplendor de La Habana a través de una espléndida fotografía. A sus 45 años Carlos Acosta sigue en activo en el mundo de la danza y aportando su granito de arena a las futuras generaciones. “Estoy dirigiendo mi compañía y mi escuela de danza ‘Acosta Danza’ en La Habana y quiero dejarle este legado a mi país. Estoy trayendo alumnos de países con desventajas para darles una educación gratuita en la danza y estoy ya en esta parte más directiva. Igual me gustaría escribir más adelante otro libro; he escrito dos. Este (‘Sin Mirar Atrás’) y una ficción que se llama ‘Patas de Puerco’. Me gustaría escribir otro más adelante, no sé cuándo, pero me gustaría y ver qué proyecto llega a mi mano. Voy a seguir bailando hasta que pueda, y seguir viviendo y soñando.”