Robin Thicke

BLURRED LINES

Star Trak/Interscope Records, 2013

R&B/Funk/Pop

Valoración: 7.0

Disponible en: Amazon | iTunes

Mucho más fiel a los viejos sonidos, más elegante y menos artificial, el «otro chico blanco» del R&B sorprende con un éxito que pone su nombre en lo más alto de las listas de todo el mundo, dándole a conocer en lugares donde aún no habían tenido el gusto.

El propio cantante explica el título de su nuevo trabajo cuando dice encontrarse «en el centro de dos líneas borrosas» y confiesa sentir que «está haciéndose mayor y que la vida le está enseñando que no sabe nada». Es una buena filosofía, pero con sus 36 años resulta difícil creerle. Y aunque diga que no sabe nada, lo que la vida sí le ha enseñado es que no hay nada como crear polémica para alcanzar el éxito. Eso es lo que ha ocurrido con su single «Blurred Lines», del que nunca sabremos si fue su escandaloso vídeoclip lo que le impulsó en las listas o fue el toque de su productor Pharrell, que tras el éxito conseguido con el «Get Lucky» de Daft Punk parece haber encontrado en el Funk la gallina de los huevos de oro. Un tema el que da título al álbum que no sale de un escándalo para meterse en otro, pues también está siendo mirado con lupa por encontrársele demasiado parecido al clásico de Marvin Gaye «Got To Give It Up», aunque su productor niega cualquier parecido.

Polémicas aparte, el disco sigue esa línea funk con canciones ligeras, alegres y optimistas como «Ooo la la», «Ain’t No Hat 4 That» y «Get In My Way», hasta el punto de que ésta última parece extraída de un viejo disco de Kool & the Gang incluso en el modo en que está cantada. Pero antes de que nadie le acuse de nostálgico el ritmo cambia y nos llegan temas más actualizados con sonidos electrónicos, y así tenemos «Give It 2 U» producido por Dr. Luke y con rimas de Kendrick Lamar, «Feel Good» o «Take It Easy On Me», que cuentan con la producción de Will.i.am y Timbaland respectivamente.

La sincera balada «4 The Rest Of My Life», el suave saxo de «Top Of The World» y los relajantes instrumentos de cuerda junto al piano de «The Good Life» cierran un disco desigual en el que Thicke debería haberse fiado más de su propio talento y haber prescindido de la participación de populares productores que entregan un súper éxito a costa de despersonalizar al artista.