Tremendo pasó haciendo honor a su apellido, acompañado de sus dos esbirros y con esa grandeza de los que se saben acreedores de un estilo tan personal como único. Con una horrenda entrada (¿¡Dónde están los carteles?!), una sala bien sonorizada, y ese retraso ibérico que ya es un clásico, además de una tranquilidad y una sobriedad en consonancia con atuendo, el catalán apisonó cualquier atisbo de duda sobre su style. Un estilo que no necesita gorras torcidas, slang robado o pose absurda. Ya sabemos que otros llevan el pack de complementos y ni dicen nada ni sabrían decirlo.

«En cada momento de tu vida hay una frase mía»…un verso que evidencia que Tremendo no entiende de modas, sino que es un hombre de eso, de frases, de elegancia empuñando al micro. Pasó por Madrid ofreciendo un show solvente, con unos visuales elaborados por el magistral DJ2D2. Sr. Chen, y con su corista, autor de algunas de las producciones del álbum, quien trasteó con gusto una MPC y demostró que casa a la perfección con el concepto de Lapsus.

Un disco que llega tras casi una década de silencio pero en el que no parece haber dejado nada en el tintero y una puesta en escena que no pierde fuelle en ningún momento. De hecho, por supuesto hubo tiempo para los clásicos, como «El Sentido de la Vida», «Vibraciones», y con unas diferentes bases instrumentales, perfectamente elegidas por el mencionado deejay, que mejoraban la forma de fluir del de Terrasa y que le daban un brillo especial.

Uno de los fuertes de este intérprete es la sensación de estar ante un hombre normal que hace algo extraordinario. Como él mismo diría, sabe llegar al corazón sin tocarte. Tras su escisión de la Funkomuna o al menos de todo lo que tiene que ver con Griffi y sus artilugios musicales, se ha postulado para jugar de nuevo en las grandes ligas del rap patrio y acceder a los pocos festivales que todavía quedan vivos en el panorama.

Tras haber estado en un discreto segundo plano con Chacho Brodas y después de haberle reclamado medio planeta nuevo disco, aquí está recién sacado del horno de las grandes rimas de un padre de familia asentado y con versos para público coetáneo (tomen nota, señores).

Ésta es la crónica de cómo un concierto que podría haber discurrido por los derroteros del aburrimiento, la frialdad de un público al que le costó entrar en calor, y que devino el regreso de un MC que no se ha mirado en espejos que no le corresponden, sino que ha trazado su propio camino. Juró volver, le tomamos la palabra, así que pasen nueve años más.