Las últimas apariciones de Erykah Badu en nuestro país habían dejado un sabor agridulce a los asistentes a sus galas, a veces por una duración decepcionante y otras veces por irritantes retrasos en el horario.

Pues bien, en esta ocasión, se ha redimido con su público como sólo una diva de su talento sabe hacerlo. Ha sido una actuación portentosa en lo artístico, llena de buenos momentos musicales, y también de sonrisas y de muestras de afecto.

Un público de edades muy dispares le brindó una calurosa acogida. Y ella se dejó querer. Al principio se mostró, altiva y seria, con la elegancia distante y felina a la que nos tiene acostumbrados, pero poco a poco empezó a mostrar una faceta más terrenal, gritando, riendo, bailando y dotando a cada canción de su sensualidad única.

Tras unos ritmos de batería que duraron varios minutos y un DJ animador que insistía al público para que aplaudiese a los coristas, Erikah hizo su aparición estelar con el tema «20 Feet Tall». Luciendo un atuendo sensacional, muy cuidado, que consistía en una capa-gabardina beige y un sombreo de ala ancha, hizo las delicias del público femenino, siempre sensible a estas demostraciones de buen estilismo.

Quizás precisamente esa primera canción fue la única fase del concierto en la que mantuvo cierta distancia con la platea, porque a partir de ahí, con temas como «The Healer», que los oyentes coreaban y sobre todo con «On&On», se dejó contagiar de la pasión española y por unos instantes fue ella misma. Se reía, disfrutaba, bailaba con «Appletree», y se mostraba sensual y femenina con «I Want You» y totalmente humana con «Window Seat», tema con el que cerró el concierto, en una larga versión. La apoteosis del concierto fue su salto sobre el público: se lanzó como una estrella del punk-rock, en un gesto que era muy poco previsible en ella, con el que mostró la faceta más pasional de su relación con sus seguidores.

Otro bonito gesto fue el momento final en el que se despidió con todo su grupo, coristas y músicos, cogidos de la mano, como si fuera el final de una obra de teatro y dando a entender que todos son iguales en el equipo. Además, al darse la vuelta, entre todos formaban la frase «I Love You». Como si el final del concierto confirmara el principio de una nueva relación de amor con su público, que siempre percibió el brillo intenso de su estrella, pero pocas veces su calor. Ahora, la diva está un poquito más cerca.