DÍA 4 (22/07/12)

Mientras Anthony con sus Johnson y la orquesta local Et Incarnatus llenaba el Kursaal, un italoamericano con aspecto de haber salido de la serie Los Soprano ofrecía su tercera actuación en esta edición del JAZZALDIA. Su nombre Ray Gelato.

Bastan pocos segundos para darse cuenta que tipo de espectáculo ofrece Ray Gelato. Swing clásico, divertido, cómplice y sin más pretensiones que las de pasar una agradable velada. El público que se congregaba en las terrazas del Kursaal agradecía las tablas, la entrega y la elegancia de este divertido showman que cantó canciones como «Mambo Gelato» (el nombre lo dice todo), «La Vie En Rose» o «Torero» de Renato Carosone. Muy divertido.

La sesión de La Trini para esta noche fue la primera que no recurrió a los ritmos caribeños, latinos o rockeros. Una velada de jazz, bastante clásico, que comenzó con el proyecto del batería Hasier Oleaga que ha logrado reunir en su proyecto Cantus Caterva a lo más granado del jazz vasco: Iñaki Salvador (piano), Mikel Andueza y Julen Izarra (saxo) y Jon Piris (bajo). Se mostró emocionado y algo nervioso cuando se acercó al micrófono para agradecer al público su presencia. Jazz melódico interpretado por excelentes músicos que prefieren dar protagonismo a la melodía antes que al virtuosismo. Quizá se les notó la falta de rodaje, de libertad y comodidad para desencorsetarse y poder transmitir mucho más. No sería de extrañar una nueva visita al JAZZALDIA, más engrasados y más cercanos a todo lo que pueden dar, que es mucho.

Tras ellos, cuatro extraordinarios pianistas alrededor de dos pianos. Kenny Barron, Mulgrew Miller, Eric Reed y Dado Moroni ofrecieron a dos, cuatro y ocho manos, un magnífico concierto que alternó composiciones de Thelonious Monk como «Reflections», «Raise Four», «Rhythm-A-Ning» o «Blue Monk» con standards como «Just A Gigoló», «Body and Soul» o «Just You, Just Me» e incluso el góspel de «Angels Keep Watching Over Me». Todo ello salpicado de improvisaciones, guiños (¿era Gershwin eso que me pareció escuchar?) y mucho sentimiento, el que se echó de menos en el primer concierto de la noche. La complicidad entre los músicos resultaba tan agradable y contagiosa como su extraordinaria habilidad.

Mientras, en la playa, empezaba el concierto de Wedding Present -alejado del jazz, pero así es este festival- que algunos disfrutaron a pesar de que al día siguiente era lunes. Otros no pudimos hacerlo y con esa espinita clavada terminamos el penúltimo día de JAZZALDIA.