Ignoramos si fueron los tres elementos que titulan a esta formación o que el funk-soul de esta numerosa banda viniera a rescatarnos del recelo tras cancelar los conciertos del inolvidable recinto al aire de Puerta del Ángel. Sea como fuere, el saber hacer, también llamado oficio, de los 12 + 1 integrantes de esta banda hizo que lo que se preveía un show insulso se convirtiera en un «great show».

Primero nos situamos en uno de los laterales y aquello sonaba sin fuelle, como si fuera una vulgar orquesta de pueblo. Pero sólo fue una impresión auditiva fruto de la acústica particular de un lugar en el que tenías que situarte en el centro para percibir el Groove en esencia. Así que nos hicimos un hueco entre un respetable de mediana edad.

Los tres vocalistas no se ganarán la vida bailando, pero sí valen como cantantes y animadores. Aunque «tirando» de populismo obligado y facilón de nuestro título en fútbol (la Copa del Mundo), la banda planteó un show sin fisuras, con la seguridad de que cuando cayesen los clásicos lo que se caería sería el recinto. De hecho, nos sentimos como en un circo que llega a la ciudad porque el suelo a nuestros pies temblaba sospechosa y surrealistamente.

Con una parroquia de incondicionales que superaba con creces la media del «Rock in Rio» celebrado ese mismo día, la entrega fue máxima entre los asistentes y los integrantes de la banda, creada alrededor del legendario guitarrista Al Mckay (quien ya talludito nos hizo vibrar con sus solos pero con la maestría de mantenerse en segundo plano) lo dieron todo. Hubo momentos de réplicas voz-saxo inolvidables y un solo de piano que no pasará a la historia para demostrar que el casting había sido más o menos correcto.

Por supuesto, «After The Love Has Gone» o «Shining Star» cayeron con un mimetismo tolerable y con una energía adecuada, aunque reservaron tres grandes «tracas» para la parte final: la imprescindible «September» y, en el capítulo de bises, las bailongas «Boogie Wonderland» y «Let’s Groove»…pura invitación a olvidarnos de primas de riesgo y subidas de IVA.

Es como si la gente estuviera predispuesta positivamente y que eso contagiara a este combo que recordemos que no es Earth, Wind and Fire, pero que configuran toda una magnífica experiencia.

Todos vestidos igual, emulando los célebres falsettos de la época dorada de este grupo, se vino a constatar aquello de que la (mal) llamada música negra siempre tendrá adeptos toda vez que el legado se transmita de generación en generación. De hecho, pudimos comprobarlo viendo entre los asistentes al gran profesional Tomás Fernando Flores («Siglo 21», Radio 3) y a su hijo, que parecía acertar a entender de qué iba todo aquello.