Uno de los platos fuertes de los «Veranos de la Villa» de este año era el paso de Nneka por Madrid, pocos meses después de la presentación de su último disco Soul Is Heavy. En el ambiente se respiraban las ganas de escuchar buena música y el público era de lo más variado, desde talluditos con rastas a treintañeras vestidas de Desigual pasando por algún que otro afro.
Ya cuando avisaron del comienzo del concierto, todos pudimos percibir lo desangelada que estaba la sala, ya que Nneka, en esta ocasión, no llenó (debido quizás a su reciente visita a España). Aun así, con puntualidad británica empezaron a sonar los primeros acordes de la canción «Lucifer (No Doubt)» y la artista salió a escena para realizar una actuación muy similar a la de su último concierto, tanto en temas y en mensaje como en bises y despedida.
Al principio el público se mostraba demasiado tranquilo, como si el espacio vacío alrededor le infundiera cierta timidez. A la gente le costaba corear las palabras en nigeriano que Nneka enseñaba. Aun así, aunque ella misma dijo que no es un calificativo que le guste, la cantante se comportó como una profesional sobre el escenario, y a base de chapurrear español y buscar el feedback de los presentes motivado por la canalización de las energías, finalmente se entregaron a ella.
A partir de este momento cantó algunos de sus temas más conocidos, «Shining Star» o «My Home» y entre canción y canción hablaba a sus oyentes del amor que siente por la música. Fue entonces cuando sacó su lado más reivindicativo con «VIP» y empezó a hablar de la corrupción y de que nosotros somos el espíritu del cambio, sustentada por los vítores del respetable.
También pudimos ver su lado más personal, guitarra acústica en mano, en temas como «Do You Love Me Now», para volver a hacer bailar poco después a sus seguidores con «Soul Is Heavy», canción que da título a su disco. Y en esta línea continuó con una versión «Sweet Dreams», que ya interpretó en su anterior concierto, para terminar con «Heartbeat» y volver a saltar al escenario para culminar con una larga versión de «Focus». Justo en esta última parte del concierto era especialmente notorio el crujido de algunos altavoces del escenario, lo que irremediablemente te hacía desconectar de la actuación para fijarte en ese molesto ruido.
Nneka se despidió con un «one love» repetido hasta que abandonó el escenario y yo salí del recinto con la sensación de que este concierto ya lo había visto.