DÍA 4 (26/07/14)
Hace dos años L’orchestre D’hommes Orchestre (la orquesta de hombres orquesta) fueron unos de los grandes triunfadores del festival con su revisión del cancionero de Tom Waits. A medio camino entre el teatro, el musical y el concierto, los números de esta compañía canadiense derrochan originalidad, intensidad y una gran puesta en escena.
En esta ocasión La Orquesta De Hombre Orquesta recorría el repertorio de Kurt Weill, músico alemán que tuvo que escapar del nazismo y acabó triunfando en Broadway. Utilizando sus canciones los canadienses crean un número oscuro, con algunos pasajes bastante lúgubres, en el que retratan las luces y sombras del ser humano. Un espectáculo descabellado, irreverente, ingenioso e irónico en el que parece que lo musical pasa muchas veces a segundo plano. Escucharemos rock, hip-hop, punk, rock n’ roll, veremos luces que se apagan y se encienden accionadas por los propios intérpretes, máquinas que se encargan de la percusión haciendo girar un zapato que golpea una madera y un despliegue de cachivaches realmente indescriptible.
¿Tiene cabida esto en un festival de Jazz? Seguramente no, y un purista quitaría ese «seguramente» para decir rotundamente no. No importa, cualquier ocasión es buena para disfrutar de un espectáculo tan original y lleno de talento.
La noche de La Trini nos ofreció dos conciertos totalmente distintos. La sobriedad y elegancia de Dave Holland y la locura intergaláctica de la banda de Sun Ra.
Dave Holland, hace cuatro años protagonizó, junto con Pepe Habichuela, una velada flamenca, nada que ver con su nuevo proyecto, Prism, presentado junto al soberbio guitarrista Kevin Eubanks y con Craig Tanorn al piano y Eric Harland a la batería.
Desprendiendo complicidad y armonía interpretaron canciones como Holland «A New Day» con un magnífico sólo de Holland, «The Empty Chair» o «The Watcher», sabiendo cederse el protagonismo unos a otros, disfrutando de momentos de lucimiento cada músico pero sin caer en el exceso, jugando con las intensidades y los ritmos. Un concierto amable, de discreto virtuosismo que alcanzó sus cotas más altas en la exquisita «The Dancing Sea». Un concierto que nada tenía que ver con sus compañeros de cartel.
La Sun Ra Arkestra fue fundada en los años 50 por el músico y poeta que se hacía llamar Sun Ra y afirmaba venir de Saturno. A juzgar por las ropas con las que visten desde entonces los miembros de su peculiar banda esto podría ser cierto. Sun Ra murió a principios de los 90; pero la Arkestra sigue activa y este año celebran el centenario del nacimiento de su fundador bajo el nombre de «Sun Ra Centennial Dream Arkestra».
La orquesta es ahora dirigida por Marshall Allen, miembro de la formación original, que ya ha cumplido 90 envidiables años. Nadie lo diría cuando al verle dirigir la orquesta sin descanso más que para mover el esqueleto junto con las bailarinas o soplar el saxofón para marcarse unos notables solos.
Con gran protagonismo de los vientos, innumerables solos de varios de sus integrantes, bailes acrobáticos y la gran voz de Tara Middleton fueron pasando los minutos en un gran guateque sideral. Sólo la canción «Deep Purple», en la que el protagonismo fue para las cuerdas, supuso un pequeño respiro, pronto rotó por la invasión del patio de butacas por parte de alrededor de una veintena de integrantes de la orquesta que tocaban, bailaban e invitaban al resto a acompañarles. Un espectáculo sideral.