DÍA 5 (27/07/14)
Kristin Asbjornsen fue la encargada de abrir la última velada de los conciertos de La Trini de esta edición. La cantante noruega ya visitó el certamen en 2011, coincidiendo con el atentado de Oslo y el tiroteo en la isla de Utoya que se saldó con la muerte de 77 personas. Aquellos terribles actos impactaron profundamente a la cantante a la que se le ofreció cancelar su actuación, oferta que finalmente rechazó. Tres años después, de manera más relajada y en el escenario estrella, Kristin ofreció un gran concierto de aroma gospel.
Su peculiar voz rota sostuvo con fuerza temas como «Tramping, Trying to Get Home» o «Shine». En ocasiones viraba hacia ritmos más africanos, otras veces utilizaba los pedales para samplear su propia voz y reproducirla a modo de coros. Todo ello apoyada por una versátil banda.
Fue un buen concierto, de una gran cantante; pero que quedó totalmente eclipsado por el vendaval posterior: Dee Dee Bridgewater.
Primero salió al escenario la banda, liderada por el joven y talentoso trompetista Theo Croker para calentar el ambiente con una introducción rítmica y contagiosa. Aperitivo para la salida de la diva, de Dee Dee Bridgewater, poderosa voz, magnífica presencia.
64 años tiene Dee Dee, en los que ha tenido que superar un cáncer, pero no le pesan lo más mínimos a la hora de moverse por el escenario, contonearse, seducir al personal y, sobre todo, cantar como los ángeles. Como las trompetas de los ángeles, más bien, tal es la potencia de su voz.
Cantó alguno de los temas que le lanzaron a la fama y le otorgaron premios Grammy como «Afro Blue»; cantó temas que popularizó Nina Simone (a quien rindió homenaje en el disco Eleanora Fagan (1915-1959): To Billie with Love from Dee Dee) como «Fine and Mellow» o «Good Morning Hearthache», cantó «I Can’t Help It» de Michael Jackson y recriminó al público que no mostrase más entusiasmo cuando lo anunció, cantó «Foggy Day» de Gershwin y encandiló a todo el mundo con sus movimientos y su scat… cantó, cantó y cantó.
Un derroche de talento, un derroche de simpatía, un derroche de música que culminó con una magnífica versión de «Living For The City» –de cuando Steve Wonder era wonder- que el público recibió en pie, bailando y dando palmas.
Todavía hubo tiempo de un bis fiestero, un funk con regusto africano cuando Dee Dee y sus acompañantes se golpeaban el pecho al cantar. En el escenario risas, buen humor, complicidad y toneladas de talento. Entre el público sonrisas, palmas y esa sensación duradera que dejan los grandes conciertos.
Una guinda perfecta para una notable edición del «Heineken Jazzaldia». Ya queda menos para la edición de las bodas de plata.