1. KANYE WEST
Desde hace años, Kanye viene reivindicándose como una suerte de heredero legítimo del cetro espiritual de Bowie. Tanto como para anunciar con la boca pequeña un inquietante futuro proyecto de versiones bowieanas, ante el lógico estupor general. Dejando las mamarrachadas de Kanye a un lado, no hay duda que detrás del ya legendario 808’s And Heartbreak (2008, Roc-A-Fella) y la reinvención de su personaje en estrella del Pop, está una visión muy superficial del legado de su supuesto referente. Su relación con el mundo del arte y la moda -y su pretensión de influir en ellos- la transformación constante de su propuesta y su inteligente dominio de los inciertos tempos del mundo del espectáculo, han terminado por convertirle en una de esas estrella que ya trasciende la propia valía de su música, justo al igual que le pasó en su día a Bowie. Y es que en realidad, guste o no, poco importa lo bueno o malo que vaya a ser Swish. Como poco importa lo bueno o malo que sea Blackstar. La sola edición de estos discos es un acontecimiento en sí mismo.