DÍA 2 (20/07/12)
Aunque la plaza de la Trinidad pase desapercibida durante todo el año para los visitantes de San Sebastián, durante unos días del mes de julio, durante el JAZZALDIA, esta pequeña plaza y su frontón se convierten en uno de los mejores escenarios del mundo. Ahí han actuado artistas de la talla de Miles Davis, James Brown, Maceo Parker o Elvis Costello. Este año los conciertos de «La Trini» los inauguraron Marc Ribot y Melodie Gardot.
Ribot es un hiperactivo músico que tan pronto colabora con artistas como Tom Waits, Elvis Costello o Marianne Faithfull, como se embarca en algún proyecto personal. Este año acudió al JAZZALDIA con Los Cubanos Postizos. Como bien dice el nombre de la formación, no son cubanos, pero la influencia de la isla es evidente en el sonido de este conjunto de grandes músicos.
EJ Rodríguez y Horacio El Negro a la percusión, con Brad Jones al bajo, se encargan de que la parte rítmica invite a todos a bailar, mientras, Anthony Coleman y su órgano dan cuerpo a las canciones para que Ribot saque chispas con su eléctrica y electrizante guitarra. La mayor parte del repertorio es del fallecido músico cubano Arsenio Rodríguez autor de «Los Teenagers Bailan Changui», «Jagüey» o «Dame Un Cachito Pa’Huele»; pero también sonaron temas propios como «Postizo» y «Aquí Como Allá». Ribot dio toda una lección de lo que es virtuosismo y precisión no exenta de entrega y sentimiento.
A pesar de que los falsos cubanos dejaron caliente el ambiente de La Trini, este se empezó a caldear en otro sentido debido al retraso de Melodie Gardot, mientras sus técnicos decoraban el escenario con sacos en una escenografía difícil de descifrar. Hasta el punto que el condescendiente público donostiarra recibió a la cantante con abucheos. Abucheos que se tornaron ovación cuando la Gardot interpretó el espiritual «No More My Lord» sin más acompañamiento que el repiqueteo de sus pulseras y el sonido de sus tacones contra el suelo.
La diva ejerce de diva, coquetea con el público manteniendo la distancia. Llega tarde pero se hace perdonar, pone pegas y dificultades a los fotógrafos para que no puedan hacer su trabajo, sale con bastón pero anda sobre unos tacones interminables y cuando baila baja las caderas hasta el subsuelo. Hay algo falso y artificial en ella, pero logra que lo olvides mientras le oyes susurrar y cantar sobre el escenario.
No es de Luisiana, sino de New Jersey, pero tiene algo de magia cajún. Su chapurreo scat que mezcla francés e inglés, los sonidos latinos y criollos, la mágica y teatral penumbra o la sensación de que al cantar está convocando un hechizo. Quizá canciones como «Goodbye», «Impossible», «Mira», «So Long», «Les Etoiles» o «Baby I’m Fool» sean un hechizo cuando la Gardot las canta como cantó esa noche.
«Summertime» fusionada con «Fever» y una magnífica versión de «Over The Rainbow», con Stephan Braun agarrando y tocando el violonchelo como si fuese un bajo eléctrico, sirvieron para despedir la velada y el segundo día de Festival.