DÍA 2 (25/07/13)

Vijay Iyer es uno de los pianistas más respetados del momento. Esta era su tercera visita a San Sebastián, pero por primera vez, y tras la publicación del celebrado disco Accelerando, con condición de estrella. Su concierto fue algo sublime, delicado y contundente a la vez. Una perfecta conjunción del pianista con sus compañeros, buscando en todo momento la exploración de texturas y ritmos, la transmisión de sentimientos, en lugar del lucimiento personal o la demostración de virtuosismo en el que a veces caen algunos talentos. Mención aparte merece Tyshawn Sorey, el batería, capaz de obtener un auténtico torrente de ritmo de su instrumento, con un aire despreocupado, desprendiendo tranquilidad. El trío recorrió diferentes territorios musicales, desde sonidos vanguardistas, a otros clásicos teñidos de swing, pasando por homenajes a la música electrónica o el pop, como esa versión de «Human Nature» de Michael Jackson con la que se despidieron.

The Swallow Quartet fueron los encargados de inaugurar los conciertos de la plaza de la Trinidad, ese escenario -un frontón en la trasera de una iglesia- tan especial y lleno de magia. Es una pena, pero su actuación no pasó de correcta. Técnicamente impecable, pero carente de chispa y vida.

Tomo el relevo Jorge Pardo, que acompañado por una big band interpretó su habitual fusión de bulerías, fandangos, ritmos flamencos y jazz. La mezcla de las guitarras (un jaleado Josemi Carmona), palmas, cante y cajón, combina perfectamente con los vientos de la Big Band en una interesante y bien llevada fusión, aunque a veces se desearía más contundencia, más fuerza de la Big Band que por momentos de olvidó de lo que su propio nombre indica, es una gran banda y no una banda normal. Por supuesto el buen hacer de Pardo al saxo tenor, el saxo soprano o la flauta se agradeció sobremanera. El músico madrileño (de ese pueblo a las afueras de San Sebastián llamado Madrid según explicó, jocoso, durante el concierto) siempre demuestra porque está donde está y tiene el estatus que tiene.

Acto seguido (tan seguido que algunos nos perdimos el final del concierto de Pardo) llegaba el plato fuerte del día. Declan MacManus, más conocido como Elvis Costello, ofrecía su tercer concierto en San Sebastián, por primera vez en el escanario de la Zurriola, por primera vez de manera gratuita. Como Cullum el día anterior, Costello entendió que la noche, salpicada por un leve sirimiri, necesitaba músculo y temas conocidos, y apenas se bajó del caballo ganador de sus temas nuevaoleros. No llevaba ni medio concierto cuando ya había interpretado «I Can’t Stand Up For Falling Down», «Radio, Radio», «Everyday I Write The Book», «Alison» o «Watching The Detectives»… casi nada. Junto con los Imposters forma una de las bandas de rock más potentes, versátiles y conjuntadas del mundo. La noche fría y húmeda, junto la larga gira que lleva encima hicieron flaquear la voz en alguna ocasión, pero no la intensidad y sentimiento que es capaz de transmitir. Lo que hizo con «Oliver’s Army» o «Almost Blue», por ejemplo, fue espectacular. Es una pena que haya público que utilice la playa y estos conciertos para hablar a gritos bien metidos entre los espectadores que si queremos escuchar el concierto. Incluso cuando Costello interpretó una sentida «Shipbuilding» dedicada a los fallecidos en el accidente ferroviario de Santiago.

La referencia a la lluvia con una versión del «Purple Rain» de Prince y la traca final del concierto, encadenando media docena de canciones entre las que había joyas como «(I Don’t Want To Go To) Chelsea», «(The Angels Wanna Wear My) Red Shoes», «Pump It Up» o «(What’s So Funny ‘Bout) Peace, Love And Understanding?» fue apoteósica. ¿La única pega? Estamos acostumbrados a que Costello nos regale conciertos más largos que esta (intensa) hora y media.