Nacido el 1 de agosto de 1963 en Compton (L.A.), Artis Leon Ivey Jr., también conocido como Coolio, se convirtió en el último lustro del siglo pasado o en uno de las nombres más populares del Hip-Hop americano.
Con una adolescencia terriblemente problemática como adicto al crack y miembro de una banda callejera, Coolio termina por ingresar en un centro de rehabilitación con el firme propósito de enmendar su vida. Un proceso de reconstrucción personal que incluirá su curioso paso por el cuerpo de bomberos forestales de San Bernardino (California), por la seguridad del Aeropuerto de Los Ángeles e incluso su intento de convertirse en peluquero. Sin embargo, viviendo en el epicentro de la gran explosión del rap angelino de la época, era cuestión de tiempo que Coolio y el hip-hop cruzarán sus caminos.
Tras grabar varios singles que pasan sin pena ni gloria, su amistad con artistas todavía emergentes como WC o Sir Jinx le llevará a aparecer en varios tracks del Ain’t a Damn Thang Changed (Priority Records, 1991) de WC and The Maad Circle. Su presencia al lado de primeras figuras del gangsta rap como Ice Cube o MC Eiht no pasa desapercibida, y Tommy Boy le ofrece un contrato para editar el que será su primer disco en solitario.
It Takes a Thief (Tommy Boy/Warner, 1994) aparece en plena explosión del G-Funk. Anclando su sonido en clásicos como Bar-Kays, Isley Brothers o Lakeside, y con la colaboración de músicos básicos en el desarrollo del género G como Stan «The Guitar Man» Jones, el disco se convierte en un rotundo éxito. Singles como «County Line» o «Fantastic Voyage» se erigen en puntas de lanza de un álbum que llegará a estar en el Top Ten de la lista Billboard.
Situado al margen del conflicto, Coolio comienza a grabar su segundo disco en el punto álgido de la guerra entre los sellos Death Row y Bad Boy. Durante el proceso, la inefable dupla de productores Simpson-Bruckheimer le convencen para interpretar el tema central de su próximo proyecto, una descafeinada «hood movie» titulada ‘Mentes Peligrosas’. El resto es historia. Película y single se retroalimentan, convirtiéndose en un éxito masivo y global.
El álbum Gangsta’s Paradise (Tommy Boy, 1995) no oculta sus intenciones de sacar provecho del impacto del track de la película, pero su valía va más allá de un simple single de éxito. Por sus tracks veremos pasearse a primeras espadas del sonido West como Kam, E-40 o Rass Kass, y ofrece, dentro de los márgenes del G-Funk, una versión más amable del género y menos ligada a la imaginería gangsta que la mayor parte de artistas de la época.