DÍA 3 (26/07/13)
Lee Konitz, saxofonista de leyenda que ha trabajado con Miles Davis, Bill Evans, Charles Mingus o Gerry Mulligan entre otros, recibió el premio del festival de San Sebastián. El director del certamen, Miguel Martín, se lo entregó tras dedicarle un emotivo discurso justo antes del gran recital que el gran saxofonista ofreció en el KURSAAL.
En formación de cuarteto con Dan Tepfer al piano, Jeremy Stratton al bajo y George Schuller a la batería, el maestro de Nueva Jersey se mostró cómodo, encantado, gracioso y cercano al público. Su música de fraseos tan suaves como precisos y emotivos llenó de magia y sentimiento el auditorio. Poco a poco la música del cuarteto va atrapando y envolviendo al espectador con un agradable abrazo, mientras en el escenario no se puede ocultar el respeto y admiración de los músicos que lo comparten. Como despedida, Lee Konitz volvió al escenario, pidió al público que mantuviera una nota como pedal, en una especie de mantra, y sobre ella dibujo un precioso sólo con su instrumento. Momento emocionante y gran broche para un gran concierto.
En la Trinidad, Dave Douglas, en formación de quinteto, volvía a tocar en el Festival. Quinta vez en los últimos veinte años. Ofreció un concierto completísimo, moviéndose por diferentes estilos con maestría, demostrando que sigue en la vanguardia pero sin olvidar que lo más importante de la música es transmitir. Por eso, cuando acabando el concierto, con toda la humildad, cariño y sentimiento del mundo, dedicó «Whither Must I Wander» a su recientemente fallecida profesora de trompeta, se ganó un merecido y sincero aplauso por parte del público. Hubo momentos realmente mágicos, incluso la lluvia parecía querer ser parte del concierto y el repiquetear de las gotas del sirimiri en los ponchos de plástico que ofrecía la organización por momentos pareció un elemento más de la sección de ritmo de Dave Douglas.
Pharoah Sanders es una leyenda viva del jazz, un honor para el «Heineken Jazzaldia» tenerlo en el cartel. Sin embargo y por más que cueste decir esto de alguien tan inmenso como él, su actuación resultó decepcionante para quien esto escribe. Se le nota la edad, se ausenta del escenario más tiempo del que está, su actitud es poco cercana e incluso arisca… A diferencia del concierto de Dave Douglas que le precedió, no transmitió cercanía ni sentimiento. Claro que los músicos que le acompañaban eran magníficos -curiosamente el pianista era Dan Tepfer, quien horas antes había tocado con Lee Konitz- y no fue un mal concierto. Pero lejos de la leyenda.
Por la noche Belle & Sebastian regalaron al público de la playa un colorido concierto. Los años le van sentando de maravilla a la banda escocesa y a su líder, Stuart Murdoch, y aunque siguen manteniendo un aire naif y descuidado ahora, además, dominan el escenario y han dotado a su repertorio de aplomo. Un concierto divertido, emotivo y cargado de complicidad con el público que disfrutó y coreó la retahíla de temas emblemáticos. Fue precioso escuchar «Another Sunny Day» de noche, en la playa, celebrando que la lluvia había dado un merecido descanso a los que cada noche disfrutan de los conciertos que oferta el «Heineken Jazzaldia».